Las blindadas, para el servicio secreto de Cuéllar…. Todo es
Hace unos días, en medio de una discusión sobre la reforma judicial, un amigo de toda la vida me soltó esta pregunta: ¿y qué ha hecho por ti el poder judicial? Él es un personaje singular: economista, progresista y funcionario público desde hace ya varios años. Lo que me decía, en suma, es que él no conocía a nadie a quien el poder judicial le hubiese hecho justicia. Por tanto, no le sorprendía que a muy pocas personas les preocupara el plan del presidente López Obrador para dinamitar la judicatura.
Me preguntó si yo conocía a alguien así. Le dije que por supuesto que sí. Cité algunos casos de personas relativamente cercanas a mí: el médico indebidamente despedido que logró que lo reinstalaran en su puesto; la madre que consiguió que el padre de su hija pagara, al fin, la pensión alimenticia; el jubilado que, tras una arbitrariedad, finalmente pudo acceder a una pensión digna. Se trata de ejemplos que, desde mi punto de vista, muestran cómo las sentencias judiciales pueden cambiar vidas.
Le decía, además, que debía considerar otra función, menos visible, que tienen los tribunales. Hay decisiones que no solo resuelven los casos del presente, sino que también previenen los conflictos del futuro. Hoy, por ejemplo, prácticamente ningún congreso local se atrevería a prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo, pues sabe que una reforma así estaría destinada a ser invalidada o inaplicada por los poderes judiciales. Esto es así porque los criterios que hace más de una década fijó la Suprema Corte, hoy siguen influyendo (para bien) en el comportamiento de los actores políticos. Y esas decisiones, aunque más sutiles, también transforman realidades.
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