El Bestiario: Tlaxcala: El fuego morenista que vino de adentro

¡Viva Maduro!, Claudia
Opinión de
Al menos desde el siglo XX, México, pese a no haber sido democrático por décadas, estuvo más cerca del bloque democrático occidental que de los países propiamente dictatoriales y orientales. Incluso su respetuosa relación con Cuba no obedeció a una identificación ideológica, sino a una intermediación con otros países. Con la transición democrática, tras la elección de 1988, México se acercó aún más al bloque occidental-democrático, con tratados comerciales con EU, Japón y Europa, además de signar varios tratados de derechos humanos y la Carta Democrática Interamericana de 2001, justo con la intención de proteger las nuevas democracias en el subcontinente tras las caídas de diversas dictaduras. Hubo más acercamiento también con la Unión Europea y alejamiento con los países autoritarios de América Latina (los gobiernos panistas de plano chocaron con Cuba, Venezuela y Nicaragua).
Pero al llegar López Obrador, la política cambió de rumbo. Inevitable mantener la relación con Estados Unidos y Canadá, pues el Tratado comercial nos ha beneficiado más que perjudicado. Pero la amistad y la colaboración se han enfocado más a los gobiernos bolivarianos (Cuba, Venezuela, Bolivia, Perú, Colombia) y un distanciamiento con los democráticos, tanto de AL como de Europa. Eso se debe, evidentemente, a una cercanía ideológica del obradorismo con el modelo bolivariano plasmado por el Foro de Sao Paulo, que es una adaptación del marxismo a las condiciones del siglo XXI. El propósito es esencialmente el mismo; una vez en el poder (ya no por revolución sino por vía democrática, por la dificultad que supone lo primero) utilizarlo, según permitan las condiciones de ese país, para sustituir la “democracia burguesa” por una “popular” (es decir, una dictadura del proletariado, pero bajo un nombre más aceptable hoy en día). Una autocracia en la que el líder providencial concentre tanto poder como sea posible
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