Durante los seis años que gobernó Andrés Manuel López Obrador, siempre culpó a Felipe Calderón por su falta de resultados en materia de seguridad: Que “la guerra de Calderón”, que “García Luna”, que “solo dio un palazo a lo tonto al avispero”.
Nunca asumió su responsabilidad de las 200 mil personas asesinadas durante su sexenio.
En un camino similar, el actual gobierno nunca reconocerá abiertamente que la estrategia de seguridad de su antecesor, de permanecer inmóvil ante las actividades criminales, fue un fracaso. Sin embargo, pareciera admitir que su actuar no funcionó al decidir cambiar su estrategia, lo que, definitivamente, es de celebrarse.
Espero que quede atrás la intención de maquillar cifras, como sucedió en el gobierno de la Ciudad de México, cuando pasaron las muertes violentas a otros rubros, disminuyendo así los homicidios.
Por ejemplo, durante la administración de Claudia Sheinbaum, durante cinco años, se colocaron 7 mil 500 muertes en el rubro de muertes no determinadas. Es decir, un promedio de mil 500 personas por año que nunca se supo de qué murieron, a pesar de que muchas de ellas tenían claros signos de violencia.
Una vez que llegaron los cuestionamientos y las críticas sobre el incremento de estos números, esta cifra pasó, de acuerdo con la reciente publicación de Inegi, de mil 545 en 2022 a solo 8 en 2023.
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