Opinión de Jorge Fernández Menéndez
Cuentan los ex presidentes con los que he platicado del tema, que es en la salutación de las fuerzas armadas, como la que tuvo ayer Claudia Sheinbaum, cuando comienzan a sentir realmente el poder en sus manos.
La toma de posesión, en todos los últimos sexenios muy marcada por turbulencias y encontronazos políticos, termina siendo diferente: se asume el poder, pero todavía no se lo ejerce, los actos protocolarios abruman en esas primeras horas. En el caso de Claudia Sheinbaum la larga sombra de su antecesor, el ex presidente López Obrador, debe haber actuado también como una fuerte presión extra. Su primer día en el gobierno lo ejerció atendiendo una terrible tragedia nacional, la que viven Guerrero y Michoacán, especialmente Acapulco. Por alguna razón llegó por carretera, pero se fue como debía hacerlo, en un helicóptero de la fuerza aérea.
Pero ayer, la sonrisa de Sheinbaum, su rostro al terminar la salutación, delataban esa nueva sensación: la de que por primera vez era realmente la presidenta de México y por ende, como le dijo el general Ricardo Trevilla, la comandanta, también con A, en jefe de las fuerzas armadas.
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