El Bestiario: Tlaxcala: El fuego morenista que vino de adentro

La necedad de prohibir
Las prohibiciones no traen más que ilegalidad, mercados negros y clandestinidad. Poco solucionan. Mucho descomponen. Fomentan la corrupción y destruyen más de lo que construyen.
No es novedad, a los gobiernos les gusta imponerse por la fuerza; hacerse sentir. Hay quienes piensan que dictar sobre la vida de otros es ejercer el poder, y se dan vuelo haciéndolo cada que pueden. A veces el pretexto es tan absurdo como la ley seca, y en ocasiones aprovechan una ola y se montan en ella. Ahora varias autoridades estatales y municipales han emprendido una cruzada contra los narcocorridos y corridos tumbados.
Lo sucedido en la Feria del Caballo en Texcoco, destapó una cloaca. Las escenas de decenas de asistentes al palenque lanzando lo que tenían a la mano y destruyéndolo todo, en protesta porque el cantante Luis R. Conriquez se negó a cantar sus letras más famosas, varias de ellas en clara apología a los criminales, ilustran.
Es innegable que, en sus letras, esas canciones hacen apología del narco y los narcos; enaltecen criminales y entronan a la delincuencia convirtiéndola en modelo a seguir limpiándole la cara, y presentan a capos y líderes casi como héroes.
Desde luego, sería deseable que no hubiera apología del narco y los criminales. Quienes han dejado muerte y luto, no merecen reconocimiento. Al contrario. Pero prohibir no es la salida. Generar conciencia desde la libertad, sí.
Las prohibiciones llevan al caos y producen ilegalidad. Pero, además, suelen ser discrecionales, basadas en prejuicios y son dictadas desde un escritorio, lejos de la realidad. Desde luego resulta más cómodo intentar prohibir, que asumir la responsabilidad pública que cargan las autoridades y gobiernos.
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