Opinión de Raymundo Riva Palacio
La idea de dar golpes espectaculares a la delincuencia organizada al inicio del nuevo gobierno para comenzar a cambiar la percepción de zozobra en materia de seguridad, no se ha podido materializar. El uso de las encuestas del INEGI para replicar que la percepción de inseguridad ha disminuido en el país se enfrenta con la realidad de la guerra en Culiacán y en Chiapas, masacres y actos de terror en Guanajuato.
El número de homicidios dolosos en el último mes de gobierno de Andrés Manuel López Obrador estimó la consultora TResearch, fue 109 menos que en el primer mes de gobierno de Claudia Sheinbaum, aunque el fenómeno de la violencia no cambió. Lo único que es diferente es que las Fuerzas Armadas están respondiendo con fuego, pero con una tasa de letalidad superior a la que se ha visto en todo el siglo. Existe también una cifra negra, porque no se han contabilizado más de un centenar de desaparecidos en Sinaloa.
La narrativa que le permitió a López Obrador culpar al expresidente Felipe Calderón de la violencia, saltándose el sexenio de Enrique Peña Nieto y desviando la atención que su gobierno había sido el más violento en la historia del país, no la tiene Sheinbaum, que va perdiendo la batalla contra la inseguridad y el mensaje. Esta variable ha provocado una creciente actitud de negación de la presidenta con algunos funcionarios que le han presentado los datos, asumiendo la misma postura de su antecesor de acusar que eran solo intentos por lastimar su gobierno.
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