Cuales fueren los resultados de las votaciones en Estados Unidos y México, el que más debe importarle a la presidenta Sheinbaum y primero que conocerá es el de los ministros de la Suprema Corte sobre la maligna reforma al Poder Judicial que dejó su pendenciero predecesor.
Le interesará saber (en cuanto sea incontrovertible por lo cerrada que se anticipa la elección)quién ganará la presidencia de ese país, pero lo que tendrá que decidir por encima de cualquier cosa serási honra o no su principal compromisocomo presidenta(no como candidata): guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes.
Pese a su enfermiza proclividad a demoler instituciones y equilibrios, López Obrador como presidente jamás desacatóa la Suprema Corte.
¿Sheinbaum obedecerá lo que resuelva elmáximo tribunal, cuya plena vigenciani ella se ha atrevido a poner en duda?
Ayer resumió la secuela, a partir del 5 de febrero, de la destructiva iniciativa para concluir:
“Y la Corte de pronto, con ocho ministros y ministras, quiere cambiar lo que decidió el pueblo de México, lo que decidió el constituyente”.
Falso: el único “constituyente” fue el Congreso que diseñó la estructura republicanade México en la Constitución de 1917 (los subsecuentes congresos han sido constituidos o reformadores) y es mentira que “el pueblo” haya decidido pulverizar la separación de poderes y acabar con la independencia del Judicial.
“Todavía ayer (en realidad el sábado 2 de noviembre), el ministro Juan Luis González Alcántara dice: ‘Es que queremos una negociación’. ¿Con quién quieren una negociación, con la presidenta…?”.
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