La Presidenta Sheinbaum tenía, entre otros, un bono inmejorable: el beneficio de la duda que le concedieron hasta sus adversarios, pero lo ha tirado a la basura. En un mes ha demostrado no gobernar para todos, no escuchar a todos, no consultar a los expertos, no considerar a los que piensan diferente y no tener ningún respeto por las minorías ni tampoco por las leyes y el orden constitucional que México forjó en más de un siglo. Pudo más su formación leninista que su condición de científica y mujer que tantos confiadamente exaltaron.
Ahora, hasta los más ilusos o ingenuos saben que la abultada apología que hizo de López Obrador en su discurso de toma de protesta, no fue mera cortesía sino una declaración explícita de que gobernará del mismo modo: desoyendo, ignorando, imponiendo y mintiendo. Sobre advertencia no hay engaño, es cierto, pero aun así muchos mantuvieron la esperanza de que corrigiera el rumbo. Qué va.
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