El Bestiario: Tlaxcala: El fuego morenista que vino de adentro

El buen Varguitas (y el malo)
Opinión de
Cliché de la progresía mexicana: “Admiro mucho a Vargas Llosa como escritor pero odio sus ideas políticas”. La frase sólo prueba una de tres cosas: a) quien la profiere sólo leyó La tía Julia y el escribidor y cree que Mario Vargas Llosa fue un escritor derechoso y malora pero que escribía muy bonitos relatos eróticos; b) quien la profiere nunca ha leído un libro suyo (es una de esas personas que afirman que ninguna lectura las ha marcado tanto como Cien años de soledad, la gran novela del Nobel mexicano Carlos Fuentes); c) quien la profiere leyó lo que hay que leer de su narrativa–La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, La fiesta del Chivo–… y no entendió nada.
Comprensible es cque uno pueda gustar de un artista cuyas ideas políticas deplore –es mi caso con Ezra Pound– o que uno discrepe con las de alguien cuya obra admire –me gusta Pier Paolo Pasolini aun si no soy comunista y Simone de Beauvoir sin ser feminista. No me siento obligado a justificar la primera filia ya sólo porque, si bien Pound fue fascista, su poesía no lo es, volcada como está a universos que poco tienen de terrenos; los otros casos son más complejos: la opresión de clase es un tema recurrente en Pasolini y la de género uno frecuente en Beauvoir pero no sólo no hacen panfletaria su obra –su denuncia es punto de partida, no fin– sino que terminan por perfilarse expresión de otro humanismo, atendible y moral y respetable. Pound es un gran poeta cuyas ideas políticas no impiden dejarnos interpelar por su poesía. Pasolini es un gran poeta y cineasta comunista, y Beauvoir una gran narradora y filósofa feminista, como Vargas Llosa fue un gran escritor liberal. Es ésa su esencia.
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