Sutil y sin sobresaltos, pero con firmeza, hay un terreno donde la presidenta Claudia Sheinbaum va marcando contraste con AMLO: seguridad.
El actual gobierno ha pintado su raya y ha emprendido una estrategia muy distinta con Omar García Harfuch a la cabeza. El desastre heredado por el sexenio que se fue en cuanto a violencia y crimen, que dejó más de 200 mil homicidios y decenas de miles de desaparecidos (en promedio, uno cada hora del gobierno lopezobradorista), no parece ser brújula para la presidenta, que ha tomado distancia y busca desmarcarse y diferenciarse.
En la última semana dos golpes hablan por sí solos.
El primero, apareció el martes 3 de diciembre pasado, cuando el secretario de Seguridad, anunció un histórico decomiso de fentanilo en Sinaloa, entidad que para entonces superaba los 500 homicidios en menos de tres meses -desde la escalada de violencia a consecuencia de la captura de “El Mayo”-: 1.5 toneladas con valor en el mercado ilegal de 400 millones de dólares; “20 millones de dosis”, dijo Sheinbaum en su mañanera del 4 de diciembre, que irían a EU y Canadá.
No sólo los números del decomiso eran contundentes. Significaron una bofetada para AMLO que repitió hasta la saciedad, durante todo su sexenio, que en México no se producían pastillas de fentanilo ni había laboratorios. Como en otras tantas cosas, mintió. La presidenta, quizás orillada por los amagos que lanzaba a diario Donald Trump, o probablemente con la convicción de meter orden en el caos, marcó una raya de contraste. Lo mismo el presidente Joe Biden que los republicanos reconocieron el golpe, y aplaudieron a Sheinbaum y a García Harfuch salir del pasmo en el que el combate al narco estuvo sumido seis años.
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