El Bestiario: Tlaxcala: El fuego morenista que vino de adentro

De política y otras cosas
Historia de
En el centro siquiátrico -no se usa ya la palabra “manicomio- uno de los internos llevaba atado a un cordel un cepillo para zapatos que arrastraba por el suelo. Iba a entrar al comedor. En la puerta un guardia lo detuvo y le dijo, divertido: “¿No ves el letrero? ‘Se prohíbe entrar con perros’”. Replicó el orate: “¿Estás loco? Esto no es un perro; es un cepillo para zapatos”. (Qué bien manejaba el alienado el punto y coma). Frustrado, el guardia autorizó: “Está bien. Puedes pasar”. Entró el sujeto arrastrando su cepillo. Tan pronto se alejó unos pasos lo levantó, lo tomó en sus brazos y le dijo por lo bajo: “Lo engañamos, Firuláis”. Trump no está loco, obvio es decirlo. En igual forma las pendejadas que dice no demuestran que el inmoral magnate sea un pendejo. Si lo fuera no estaría donde está, en el umbral de la casa donde habita el hombre más poderoso del mundo. Es un hábil comediante, un showman que domina el arte de ganarse a su auditorio diciéndole cosas que lo entretienen y le gustan.
De igual calaña fue López Obrador con sus repetitivas expresiones de poblacho: “me canso ganso”, “lo que diga mi dedito”, “al diablo sus instituciones” y otras de similar jaez. Últimamente Trump ha soltado baladronadas tales como ésas de convertir a Canadá en el estado número 51 de la Unión Americana, apoderarse de Groenlandia por la fuerza, retomar con las armas el Canal de Panamá o cambiarle de nombre al Golfo de México para llamarlo Golfo de América (América es el nombre que los estadounidenses dan a su país). Todas esas demasías están pensadas y dichas por el barbaján para consumo de sus partidarios, en buena parte tan ignorantes, xenófobos, racistas y patrioteros como él. Dice el proverbio popular que no hay borracho que coma lumbre.
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