Este tipo de planteamientos filosóficos del Derecho desconocen lo que para Hart –crítico acre de esas tesis– es el punto interno. Esto es, las normas tienen una razón interna de ser: el deber de cumplimiento de las mismas, más allá de los temores –eficaces o ineficaces– que pueda producir su incumplimiento. Deber que, dicho sea de paso, es de naturaleza moral. Tal como lo refiere Scott J. Shapiro en su libro Legalidad, si bien el Derecho busca, ciertamente, controlar al hombre malo, y por esta razón, amenaza en general con sanciones, también desea guiar la conducta del buen ciudadano.
Toda esta explicación tiene que ver con el funcionamiento de las normas y principios que regulan a las instituciones públicas en una democracia. Un ejemplo.
Hace muy pocos días, se dio un caso que demuestra cómo el Derecho en una democracia, sí funciona, cuando una conducta indebida pretende socavar los cimientos, precisamente, democráticos.
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