Historia de Carlos A. Ibarra
El 1 de septiembre de 2024, en el que fue su último informe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador proclamó con pompa y circunstancia que el sistema de Salud Pública mexicano, en su versión del IMSS Bienestar, “ya es el más eficaz en el mundo (…) ya es mejor que el de Dinamarca”. No contento con ello, al día siguiente admitió que había mentido. Su justificación fue tan alarmante como la mentira misma: ‘No, no, no, no. (Fue) para hacerlos enojar, como se le llama en el periodismo, para que hubiera miga, para que tuvieran algo que decir’. La manipulación no solo se queda en la narrativa del sistema de salud, sino que también alcanzó la burlesca votación a mano alzada sobre la reforma al Poder Judicial que organizó en pleno Zócalo. ¿La razón? Darles a los medios ‘la nota’.
Estamos ante un presidente saliente que, con actitudes pueriles, se jacta de haber logrado una reciente victoria electoral para su partido, Morena, y que, sin disimulo alguno, exhibe su capacidad para manipular a la opinión pública y a los medios informativos. En un país donde el periodismo ha sido instrumentalizado y vulnerado, López Obrador ha convertido su confrontación con los medios en una rutina diaria, utilizando su plataforma para difundir desinformación, posverdad y propaganda. Esta dinámica no es nueva, pero lo que resulta particularmente inquietante es la descarada confesión del mandatario sobre cómo ha jugado deliberadamente con la verdad y cómo ha utilizado a los medios como peones en su juego político. Según el investigador Alejandro Monsiváis Díaz-Carrillo, en su análisis publicado en 2021 en el Prontuario de la Democracia de la UNAM , “el populismo es un discurso en el que se expresa una concepción maniquea del mundo.
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Cuando la verdad es solo un juego. Lecciones del sexenio de AMLO (msn.com)