El presidente mexicano vive una de las peores disyuntivas del poder y la política.
Y es que, al final del ciclo sexenal, López Obrador se mueve entre el ridículo por la captura de sus principales aliados criminales y el miedo de que, ante la justicia norteamericana, esos aliadosse conviertan en delatores de su “narco-gobierno”.
Es decir, que el mandatario mexicano y su sucesora no sólo están contra la pared sino ante el peligro de que se hagan públicas las evidencias de una alianza que es visible a los ojos de todos; la alianza entre el gobierno mexicano y cárteles criminales como el de Sinaloa; alianza que pudiera seguir intacta en el sexenio por venir.
Por eso, desde sus “mañaneras” López se ha empeñado en reiterar, por un lado, que a él ni a su gobierno les afectará lo que declare “El Mayo” Zambada, además de que no se cansa de gritar al mundo que el Estado mexicano nada tuvo que ver con la captura de los líderes del Cártel de Sinaloa.
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