Las bombas nucleares arrasan, no dejan nada a su paso y su daño va más allá del corto plazo. Lleva años, décadas, la reconstrucción de todo lo que asolan. De allí que haya escogido usar ese término en el título de mi columna de hoy.
Decir que López Obrador es una bomba nuclear no es una hipérbole. Apenas se acerca a la verdad por lo que a desmantelamiento institucional significa y pretende seguir significando para México. No volveremos a las épocas del más férreo PRI o del presidencialismo exacerbado; viene algo peor y que a pesar de sernos desconocido, lo podemos esbozar. Basta asomarse a lo que sucede en otros países donde ya se ha implementado la destrucción que anhela AMLO.
El desaparecer órganos autónomos que sirven como garantes de los derechos humanos y de contrapeso a gigantes monopólicos para evitar el abuso de poder es una pésima receta.
La 4t se queja del tamaño de la estructura del INAI, pero no se percata que esta es más pequeña y mucho más efectiva que la gran mayoría de cada una de las secretarías y dependencias que conforman al Ejecutivo Federal.
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