Por Martín Ruiz
Bastaron tres años de una fallida estrategia en materia de seguridad para que en Tlaxcala se normalizara la violencia.
A nadie conmueve que aparezcan ejecutados, que un marido asesine a su mujer o que en algunos municipios de la entidad se localicen autos incendiados y con cuerpos humanos en su interior.
Tampoco horroriza que un hermano con aparente enfermedad mental decapite a su joven hermana que era estudiante de la Universidad Politécnica de Tlaxcala.
Y menos que en Tlaxcala se lleven a cabo ejecuciones o atentados con armas de fuego a plena luz del día, como el ocurrido ayer en la población de San Diego Xocoyucan del municipio de Ixtacuixtla, donde dos sicarios persiguieron a un hombre para intentar matarlo.
En su acción, los maleantes lesionaron a una mujer y a su menor hija. La primera recibió un rozón de bala en el brazo, mientras que la infanta fue impactada por un proyectil en su pierna.
A nadie sorprende que una banda haya emboscado a balazos a agentes de la Policía de Investigación de la Fiscalía General de Justicia, quienes llevaban a cabo un supuesto operativo para detener a sujetos dedicados al robo de vehículos.
En la mayoría de los casos no hay detenidos, lo que siempre evidencia que la estrategia de seguridad y los modernos sistemas de video vigilancia no están arrojando los resultados esperados.
Alberto Perea Marrufo, el inútil secretario de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala, seguramente permanecerá en el cargo mientras se sigan maquillando los datos oficiales y se mantenga la cantaleta de que la entidad es de las más seguras del país, sin embargo eso de nada servirá para cambiar la percepción de los ciudadanos que siguen considerando que en el estado existe un grave problema de inseguridad que conforme pasan los días, las semanas, los meses y los años se está agravando cada vez más.
La columna completa, aquí: