Por Edgar García Gallegos
Llama la atención y abre diversas lecturas la reciente entrevista que la gobernadora morenista de Tlaxcala, Lorena Cuéllar, concedió a La Jornada de Oriente, titulada con un llamativo encabezado: «No aman a Tlaxcala quienes se dedican a criticar las acciones; no sé qué les moleste”.
Las palabras de Cuéllar se enmarcan en una visión particular del progreso. La mandataria señala que su administración ha logrado avances significativos en diversas áreas, como inversiones, la creación de nuevas empresas, la mejora de los servicios de salud y educación, y programas sociales. Sin embargo, la percepción ciudadana de su gobierno dista de ser unánime. A pesar de las obras mencionadas, muchos tlaxcaltecas no perciben estos logros de la misma manera.
La gobernadora sostiene que la crítica proviene de quienes “no aman verdaderamente al estado”, pero esto podría ser una simplificación del problema. La crítica no necesariamente responde a un rechazo personal hacia Tlaxcala, sino a una insatisfacción con la forma en que se han gestionado ciertos aspectos del gobierno o la falta de comunicación efectiva de los logros alcanzados.
La percepción negativa del gobierno de Cuéllar podría explicarse en parte por una falla en la estrategia de comunicación. A pesar de los esfuerzos en infraestructura y en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, la gobernadora parece no haber logrado transmitir estos avances de manera efectiva. Una de las principales debilidades es la deficiente forma de comunicar sus logros, y basta recordar que ya lleva tres voceros sin que haya un cambio tangible en la forma en que la población se informa sobre sus acciones.
La falta de información accesible sobre los beneficios de iniciativas como la Clínica de Hemodinamia o los programas de bienestar social podría contribuir a que la población no valore en su totalidad el impacto de estos proyectos. Además, la mención de obras emblemáticas como la Ciudad de la Salud o la Ciudad Administrativa podría resultar vacía si no se vinculan claramente con mejoras tangibles en la vida diaria de los ciudadanos. Los tlaxcaltecas requieren evidencias directas de cómo estas acciones benefician su entorno, más allá de las grandes obras que se presentan.
En lugar de limitarse a defender su gestión, Cuéllar podría enfocarse más en una comunicación efectiva que explique cómo las políticas implementadas realmente transforman la vida de los tlaxcaltecas. Una campaña de difusión más activa y accesible, que permita a la ciudadanía comprender los beneficios de estos programas, podría contribuir a mejorar la imagen pública de su administración.
La mandataria defiende públicamente su gestión a través de una serie de declaraciones, lo cual es válido, pero tratar de evitar las críticas a un gobierno que, así como ha tenido aciertos, ha generado desaciertos, parece un exceso. No se trata de un ataque personal, sino de un ejercicio de democracia en el que las críticas también son parte del proceso de mejora.
Siempre he sostenido que no cuestiono que Cuéllar se haya preparado para ser gobernadora, pero es evidente que algunos miembros de su equipo no han estado a la altura de las expectativas. La falta de claridad en la comunicación, la desconexión con las necesidades reales de los ciudadanos y la ausencia de un plan claro de difusión de los avances son áreas que requieren atención urgente.
Las declaraciones de Cuéllar reflejan un sentimiento de frustración ante la percepción negativa de su gestión. Sin embargo, la crítica no siempre responde a una falta de amor por el estado, sino a la forma en que se comunican los logros y a la desconexión que puede existir entre las acciones del gobierno y las expectativas de los ciudadanos. Para recuperar la confianza, no basta con pedir que se “hable bien de Tlaxcala”; es necesario que los logros del gobierno sean más tangibles y que la población vea, de manera clara, los beneficios de las políticas implementadas.
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