Señorío Tlaxcalteca… Avanza la pantomima de la elección de jueces

De política y cosas peores
Comparado en la debida proporción con los hornos crematorios del execrable nazismo hitleriano, tal sitio no fue encontrado por el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional o las corporaciones policíacas del estado o el municipio, sino por un grupo de ciudadanos dedicados a la búsqueda de personas desparecidas. La noticia acerca de ese espantoso sitio dio la vuelta al mundo -imagino que en ambas direcciones-, y ha fortalecido la idea que en lo internacional se tiene de nuestro país, considerado uno de los más violentos, bárbaros y peligrosos lugares del planeta. Resulta una triste paradoja que el toponímico “Teuchtilán” -originalmente “Teotzintlan”- signifique en su procedencia náhuatl “lugar dedicado a la divinidad” o sea a Dios.
Fácil resulta atribuir ese infierno mexicano a la ridícula y al mismo tiempo trágica política de “abrazos, no balazos”, invento desdichado, igual que muchos otros, del nefasto López Obrador, pero no se alejará de la verdad quien haga tal atribución, pues el cacique de la 4T entregó a los criminales el dominio de extensas zonas del territorio nacional, y trató a los delincuentes con la permisiva actitud de un padre que consiente los desmanes de sus traviesos hijos. Así, los capos de las bandas pudieron hacer y deshacer a su antojo, mientras los encargados de combatirlos estaban administrando aduanas, aeropuertos, trenes, centros turísticos y otros negocios ajenos a su oficio pero no a su beneficio, y eso sin rendir cuentas a nadie de sus manejos pecuniarios, por aquello, sabe usted, de la seguridad nacional.
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