Por Albino Rubio Moreno
El tercer informe de gobierno de Tlaxcala, que prometía ser un momento de reflexión sobre los logros y desafíos del estado, se vio opacado por un torbellino de declaraciones desafortunadas y mensajes poco claros. La comunicación gubernamental, en lugar de enfocarse en las políticas públicas y los resultados, se dejó llevar por una serie de entrevistas poco cuidadas que terminaron por desdibujar el mensaje central.
Desde un intento de homicidio en campaña hasta la afirmación de que quienes critican no aman a su estado, la estrategia comunicativa se convirtió en un boomerang que golpeó la imagen del gobierno. En lugar de construir un discurso sólido y coherente, se optó por la demagogia y la descalificación, lo que generó confusión y rechazo en la opinión pública.
El tercer informe se convirtió en un ejercicio de propaganda barata, sin un mensaje claro ni una estrategia definida. Es como si alguien pensara que era buena idea inundar a los ciudadanos de mensajes poco interesantes y sin sentido.
A mitad del camino, todavía se puede dar un golpe de timón. La gobernadora tiene la oportunidad de recuperar el rumbo y enfocar la comunicación gubernamental en los temas que realmente importan a los tlaxcaltecas. De lo contrario, el gobierno seguirá perdiendo terreno en la percepción pública, y Tlaxcala se quedará en los últimos lugares, no solo en las encuestas, sino también en la confianza de su propia gente.
La comunicación gubernamental no es un juego de azar, es una herramienta fundamental para conectar con la ciudadanía. Es hora de que el gobierno de Tlaxcala se tome en serio su responsabilidad de comunicar con claridad, transparencia y responsabilidad. El futuro de Tlaxcala depende de ello.
—000—