Las blindadas, para el servicio secreto de Cuéllar…. Todo es
Dentro de una semana Andrés Manuel López Obrador no será más presidente de México, y tanto Morena como la oposición, o lo que de ella queda, tendrán que adaptarse a una nueva realidad, sin la figura que ha dominado y marcado la agenda política nacional durante el último sexenio -obviamente- pero probablemente también durante las últimas dos décadas.
Morena parece tener muy claro el rumbo y por lo tanto la ecuación: un relevo generacional (sic) que más bien parece hereditario, con dos mujeres jóvenes, Luisa María Alcalde y Carolina Rangel, al frente, pero anclado en la figura de quien ha sido importantísimo operador político del presidente: su hijo, Andrés Manuel López Beltrán.
La figura retórica del Segundo Piso está ahora formalizada, y no sin razón: la elección presidencial se definió por un deseo de continuidad y desde el partido en el poder se velará por ello. Falta ver si el hoy partido dominante se convierte en lo que fue su antecesor histórico: el partidazo, el hegemónico. Tiene todo para serlo, pero si lo hace la Cuarta Transformación rápidamente mutaría en la Gran Involución.
No está claro tampoco que eso sea lo que la presidenta electa desea: a Claudia Sheinbaum le conviene más el dinamismo de la pluralidad que las limitaciones que impone un partido que se siente depositario del poder o, peor aún, de un legado.
La columna completa, aquí: