Quién lo hubiera imaginado.
El futuro del país, su democracia y su división de Poderes viven días cruciales y se encaminan a depender de un solo hombre.
No es el Presidente de la República, cuya ambición política está plasmada en su multitud de iniciativas y trasciende su discurso democrático.
Está en un senador de la autollamada oposición, aunque sus tres coordinadores –Guadalupe Murguía, Manuel Añorve y Clemente Castañeda– hayan hechos juramentos de lealtad a la palabra.
Ni ellos ni sus respectivos dirigentes –Marko Cortés, Alejandro Moreno y Dante Delgado– están en condición de garantizar el voto en contra de la eufemística reforma judicial.
Demolición del Poder Judicial, le llamó ayer con gran precisión la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Lucía Piña, al presentar su tardía propuesta alternativa.
PANISTA AMENAZADO
Durante dos semanas los senadores han sido llamados.
Los 85 oficialistas de Morena, PT y Verde para comprometerse ante Adán Augusto López, Alberto Anaya y Manuel Velasco a atender la voz de Palacio Nacional.
Y los 43 adversos a estampar su firma de rechazo a un proyecto surgido del rencor y la venganza, voto adverso al cual deberán plasmar de domingo a miércoles durante las discusiones y la sesión plenaria.
La columna completa, aquí:
El país, su justicia y su democracia dependen de un voto (msn.com)