Por Edgar García Gallegos
En la narrativa oficial, Tlaxcala brilla como un bastión de seguridad en México.
Durante los últimos 24 meses, según el boletín difundido este martes por la Coordinación de Comunicación, el estado ha sido reconocido como la entidad con la menor incidencia delictiva del país, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Esta estadística no es menor; refleja un trabajo coordinado y aparentemente exitoso por parte del gobierno estatal, encabezado por la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, para mantener la paz y el orden en un país donde la inseguridad es una de las principales preocupaciones.
Con solo 274 presuntos delitos registrados en julio, Tlaxcala se ubica por debajo de otros estados que también son conocidos por su relativa calma, como Yucatán y Campeche. Este logro es atribuido a las estrategias de seguridad implementadas bajo la conducción de la Mesa para la Construcción de Paz y Seguridad, que han llevado a la creación de infraestructura como el C5i, la Ciudad de la Seguridad, y al fortalecimiento de la Policía de Género. En papel, todo parece indicar que Tlaxcala es un modelo a seguir en términos de manejo de la seguridad pública.
Pero la realidad tiene muchas aristas. Mientras el estado se jacta de su baja incidencia delictiva, en un rincón de San Pablo del Monte, fueron encontrados los cuerpos de tres personas que brutalmente asesinadas, uno de ellos decapitado. Este macabro hallazgo no es un hecho aislado; forma parte de una racha violenta que ha dejado 14 homicidios dolosos en Tlaxcala en lo que va de agosto, convirtiendo este mes en uno de los más sangrientos en la historia reciente del estado.
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