Opinión de Joaquín López Dóriga
Son tan pendejos que confunden valor con precio. Florestán.
Atrapado en el inesperado cepo de los últimos cuarenta días de gobierno, que nunca vio venir, el presidente López Obrador recurrió al voto de calidad de los cinco más ricos de México, a los que calificó como los más respetados, cuando no todos lo son, olvidando aquello de primero los pobres y pidiéndoles su opinión sobre la rechazada reforma al Poder Judicial y la sobrerrepresentación legislativa.
Y sí, cuando su reforma judicial cruza lo que nunca previó, el paro nacional de 55 mil trabajadores, incluidos magistrados de circuito y jueces de distrito más el temor de lo que dirá El Mayo Zambada, deja su legalidad en manos de los cinco más ricos de México para que se pronuncien sobre su constitucionalidad cuando hasta anoche lo habían ignorado con su silencio, lo que confirma que López Obrador no solo no tiene quién le escriba, sino quién le conteste.
Esta petición a los cinco más ricos la hizo, dijo, porque el Consejo Coordinador Empresarial, CCE, siempre tan condescendiente con él, fijó, por primera vez en este gobierno, una postura crítica al presidente por lo que recurrió a los cinco: Carlos Slim, Germán Larrea, al que benefició como a nadie con la extensión de sus concesiones ferroviarias, Fernando Bailleres, que no existe, una señora cuyo destino es desconocido y Ricardo Salinas Pliego que fue el único que lo tomó en cuenta para mandarlo a volar.
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