Por Martín Ruiz
Alguien debería decirle al futuro presidente municipal de Tlaxcala, Alfonso Sánchez García, que se debe bajar de su nube y aceptar que vale y tiene el mismo peso político que el resto de los 59 alcaldes y alcaldesas electos en la entidad.
Su cercanía que dice tener con la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros no lo hace más importante y menos que su esposa, la engreída diputada con licencia Marcela González Castillo, presuma que es una de las principales operadoras de la mandataria tlaxcalteca, porque su arrogancia lo está llevando al aislamiento político.
Mientras los 40 ediles electos de Morena y de partidos aliados acudieron puntualmente a la capacitación que les ofreció el gobierno del estado, con el propósito de garantizar que encabecen a partir del próximo 31 de agosto gobiernos austeros, eficientes y bajo la órbita del poder del secretario de Gobierno, Luis Antonio Ramírez Hernández, el hijo del ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya no acudió a ninguna sesión, como si fuera un experto o tuviera una vasta experiencia en la administración pública.
Alfonso Sánchez no puede presumir ser un buen administrador y menos un eficiente funcionario, pues si se revisaran las porquerías que dejó en la Secretaría de Infraestructura cuando se desempeñó como titular, comprobaremos que es ineficiente, omiso, complaciente y desordenado y hasta corrupto.
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La arrogancia es mala consejera – Señorio Tlaxcalteca (e-consulta.com)